Lo que queremos es estar adentro de esos ojos. Mirar lo que ella ve. Que nos haga un lugar, que nos preste el catalejo para ver la isla del otro lado. Tener ojos de lince, de gato, de zorro. Ver el resplandor, cuando la noche respira.
Podría ser una cuestión de geografía, preguntar: dónde. La pintura insiste. El color parece trazar la frontera. Acá este mundo, allá, el otro.
¿Cuán lejos queda ese verde? ¿Es posible llegar? ¿Cruzar el umbral? La noche es apacible. No hay insomnio en este mundo. Acá se duerme porque se despierta. La oscuridad lo permite, revela. Es como la montaña que se espeja en el lago, intacta y definida.
Podríamos preguntar también por el procedimiento, cómo pinta Majo, o qué está haciendo además de pintar. Cómo pulsa las cerdas contra el lienzo. Cómo encuentra el color. Cómo hace para traer de ese lugar oculto las cosas invisibles que ahora vemos.
En la oscuridad, cuando la noche respira, entra la llama del fuego. Entra su luz.
El miedo se evapora en la nube. Se esfuma. Es posible. Ese verde. Ese azul. El negro y el blanco. No más. No hace falta. No se pretende. Ni siquiera se pretende. Estamos frente a un organismo. La obra: obra, labra, abre, ladra, honra.
Están las cosas que vimos una vez y vamos a querer volver a mirar. Están los pájaros que tocan el cielo y los perros que hunden sus garras en la tierra. Están los nidos en el árbol, las hojas que arden y los pájaros que lograron atravesar la tormenta. El pincel es una pala para ver algo adentro y un cohete para ver algo ahí afuera. ¿Dónde está el destello del instante?
Escribió Derek Jarman: “El ojo, lo sé, ha dicho Alberti en el siglo XV, ‘es más ligero que ninguna otra cosa’. Color veloz. Color fugitivo”.
Majo entra al color como si tuviera una llave secreta. Hay herramientas que el mago deja al alcance. Es como haber perdido algo y volver a buscarlo. Se cayó un anillo en la arena, ¿la búsqueda es un retorno? Los materiales están en la mesa: humo, plumas, verde,cielo que parece tierra, tierra que parece cielo. Pasajes que son paisajes. El catalejo que alcanza el misterio.
Parece que hay que esperar para ver el corazón de la noche. Alumbra justo como la aurora boreal. Hay que confiar en él. Tener la visión de los perros que ven mejor en lo oscuro.
Hay que pintar para conocer el fenómeno de la luz.
Majo crea el acontecimiento. El hueco no es un hueco. La invitación es seguir un rastro.
Escribe Pizarnik: “En esta noche en este mundo/extraordinario silencio el de esta noche/lo que pasa con el alma es que no se ve”.
La pintura es el manto sobre el manto. El manto que cuida el hechizo en su aparición. Como se cuida el rayo con la vista. Que perdure.
Que alumbre en la tormenta, que los ojos no suelten eso que han visto. Se escucha. Se abren los oídos en la superficie. Estas plumas, estas nubes, agujeros que son estrellas. Se aprende. De la fe, de la
constancia, del lienzo blanco.
Lo que veo no son las cosas que veo. Hay un nuevo orden posible. El trueno y el viento lo conocen. En la pintura de Majo el tesoro es creado. Se crea porque se cree en él.
Natalia Romero
Julio 2024