-¿El collage entonces es un poco la “oveja negra” en el mundo artístico?
-Creo que sí y no tengo problema en decirlo. Y no estoy rebajándolo, todo lo contrario: lo levanto y lo celebro. Pero es una realidad que es un género que en el mercado cuesta instaurarlo o involucrarlo, más que la pintura; la pintura es más popular, se colecciona, tiene más valor. Son realidades. Acá hay un término que se usa mucho, “Underdog”, que es como… algo abajito, a la sombra de. Y para mí de eso surge lo mejor. Mi vida es “underdog”. Funciono así cuando miro películas, cuando leo, en las cosas que me atraen: esto de pertenecer a una mirada diferente, de minoría. Y me encanta que el collage sea así. Y por otro lado el collage es un arte que a todo el mundo le gusta. Las personas ven una obra y dicen “ay, qué lindo el collage”, pero históricamente no se conoce su historia o se colecciona como sí sucede con la pintura o la escultura.
-Podría decir Hannah Höch, Grete Stern, Sarah Halpern, Carmen Winant y Justine Kurland. Pero mis referentes vienen más de otros lugares, de corrientes de pensamiento, del cine. Muchas de las imágenes que uso vienen de libros y catálogos de celebridades de la época dorada de Hollywood. Me interesa ver cómo se describe y se impone el arquetipo de belleza y rol femenino; todos estos grandes talentos, como por ejemplo Greta Garbo, que han sido tan poderosas, siempre con esos roles de mujer apasionada y a su vez sometida. Yo combino esas imágenes del siglo XX con estatuas clásicas, por lo general greco-romanas, que para mí son otra versión de la cultura popular. Del mismo modo son también referentes de belleza, de cómo se deben ver y comportar las mujeres, a lo que hay que adorar y aspirar a ser. En un punto es cultura popular, hay un diálogo entre esos dos tipos de imágenes.